domingo, 13 de julio de 2014

Hoy agustin está en... Máncora, Perú.


Dicen que cuando el invierno llega a Perú, nadie le avisa a Máncora.

Para los que estén interesados en datos vacacionales, declaro oficial e irrevocablemente que Máncora es el punto donde el agua deja de estar fría y empieza a entibiarse. Así que anotalo la próxima vez que busques un destino vacacional en la costa del pacífico... de Máncora para arriba.

No está calentita, no, esto no es el caribe. Pero, para ponerlo en perspectiva... digamos que en Antofagasta cuando te metés al agua está heladísima al primer contacto, y luego cuando te acostumbras está fría... y tienes que moverte para no congelarte. Y en Viña cuando la tocas por primera vez es prácticamente hielo recientemente descongelado, pero luego de unos minutos ya no lo sientes... porque ya estás muriendo de hipotermia.

Bueno, en Máncora, al primer contacto, el agua está fría. Algo fría. Lo menos fría que algo puede estar sin pasar a ser tibia. Pocos segundos después, ya la encuentras tibia y la vida es buena.

Lo mejor es que te ahorras ese show de ir entrando al mar de a poco... ese que vas con las manos levantadas, en puntas de pie, y exclamando insultos cada vez que la marea llega un centímetro más arriba de lo que había llegado en la ola anterior.

Máncora será mi último destino en Perú.
Es una playa enooooorme (no encontré el final), sin embargo el pueblo es pequeño y la zona turística más pequeña aún. Se supone que es pllaya de surfistas, pero estamos en temporada de windsurf. Así que no hay muchas olas pero sí mucho viento.






Por todos lados estas motitos tocan bocina.
No sé por qué son tantas, ni por qué están siempre con gente,
si a casi todos lados se puede ir caminando.





Salirse de la calle turística es un poco surreal, como estar en un set de filmación y mirar detrás de los edificios falsos y la utilería. Caminas una cuadra fuera de la calle principal e inmediatamente verás otra realidad, calles de tierra y casas armadas. Pero hay que admitir que la gente se ve feliz, jugando futbol o voley entre los vecinos.





Llegué a Máncora para tachar algo de mi lista...
Una de la razones por las que empecé este viaje era mi crítica hacia las oficinas. ¿Por qué tengo que trabajar en una oficina, si sólo necesito un computador? ¿Por qué estoy encerrado entre estas 4 paredes 49 semanas al año? No puedo simplemente abrir el computador desde donde esté y trabajar?

Ahá, esto. Deme dos.

Bueno, era hora de poner a prueba la teoría de trabajar en la playa... llevé mi notebook, mi cuaderno, lápices y empecé a programar.

Dejenme decirles, que trabajar en la playa... es una basura. Por.

1) La arena.
En un mundo perfecto la arena se queda en el suelo y sólo tus pies la tocan. Sería como la mejor alfombra, cálida y entretenida para tus pies. Pero en la vida real la arena está en todos lados. En todos lados, desde que se te mete en el pantalón, en los bolsillos y en toda lugar que encuentre. La maldita arena no se va. A los 30 minutos de estar allí mi cuaderno ya estaba medio enterrado, mi lapiz pasta dejó de salir al hacerle "click", y temo por mis puertos USB. Esto no va bien...

2) El viento.
El viento ayuda a la arena a llegar a donde normalmente no podría. Y yo estoy en una en temporada de windsurf... el pelo se vuela, las hojas del cuaderno se vuelan, la ropa se vuela, y ahora la arena puede alcanzar nuevos lugares como mis lentes, que tengo que limpiar regularmente. Mis brazos van acumulando una finísima capa de arena seca que no se me despegará hasta la noche.

3) El brillo.
Tratar de ver algo en la pantalla requiere buscar los mejores ángulos para evitar el brillo, desde mover el computador, a mover la cabeza de un lado a otro como si la pantalla me estuviera lanzando combos invisibles.

4) Los perros.
Esos perrillos curiosos que se te acercan... traen más arena, y algunos vienen chorreando agua. Sin contar el que apareció silenciosamente mientras yo estaba concentrado y me mordisqueó la pierna... me dio el cagazo de mi vida.

5) Las ganas de ir al baño.
En la oficina si te dan ganas de ir al baño son sólo 2 minutos. En la playa... bueno, pueden ser dos minutos si decides entrar al agua hasta la cintura, y mirar al horizonte pensativo. Pero nadie se va a creer que decidiste meditar por dos minutos y luego volver a salir. Y tus cosas no pueden quedar ahí tiradas en la playa mientras te tomas tu break...

Al final agarras tus cosas y cuando llegas al hostel decides que ya tienes suficiente y que no volverás a salir, pero que algo debes haber hecho mal. ¿Cómo puede ser que no sea ideal trabajar en la playa? ¿Alguien habrá estado mintiendo?

¿Será posible que este señor no esté realmente trabajando?

Lo dudo mucho... es sólo que no he encontrado la playa correcta. Debo seguir buscando algo más parecido a la foto... aguas cristalinas y pocas olas... y traje y corbata, necesito traje y corbata.



ps: Hago este post ahora a las 12:00 porque el resto del día lo pasaré llorando o celebrando.

7 comentarios:

  1. jajajajajajaj bravo Agus, eres genial, jajajaja tia Wilma.

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  2. Sos único en tu especie jajjajja. Cariños cuídate mucho. Tía Sol.

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  3. Excelente descripción, creo que éste era uno de los problemas intratables de la modernidad a los que siempre le habíamos hecho el quite. Ahora no tengo porqué arrepentirme de trabajar en una oficina.

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  4. shorandoo Agus shorandooo…. Alemanes @#$%^
    Tu problema fue el viento…el sol también jode….y el cambio de cafe a mojistos puede afectar un poco los resultados jajajaja
    Que buenooo q esta tu viaje!! sigue así …
    Cuidateee!!
    Besoteee
    C

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  5. Saludos Man . Desde la Perla Del Norte. Atentamente Un Chango Mas . http://panshoomedel.blogspot.com/

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  6. jajaja
    jamás hubiese considerado la playa... me iría al campo o bosque!

    Esta buenisimo tu viaje!!

    Fer

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